Mary Ellen Richmond
(1861-1928) fue una figura clave en “establecer las bases científicas para una
nueva profesión”, el Trabajo Social. A través de sus obras se observa la
búsqueda por proveer de un cuerpo teórico-metodológico específico tanto para la
formación como para los profesionales en ejercicio.
Nace un 5 de agosto en
Belleville (Illinois) al inicio de la Guerra de Secesión Estadounidense
(1861-1865). A raíz de la temprana muerte de sus padres, fue criada por su
abuela y tías en un ambiente de discusión sobre el sufragio femenino, las
luchas por la emancipación de la mujer, la discriminación racial, la religión,
la política. Su infancia no fue rica en bienes materiales pero sí, como ella
misma declarará, “en ideas y libros”.
Su formación fue
fundamentalmente autodidacta, debido a su difícil situación económica. Sin
embargo, siempre estuvo en contacto con las universidades más prestigiosas y en
diálogo permanente con pensadores de la talla de John Dewey y George Mead y los
precursores de los métodos etnográficos, cualitativos. Así, el pragmatismo
filosófico, el incipiente interaccionismo simbólico y la investigación
disciplinar cualitativa que desarrolló a partir del estudio de miles de casos
serán las bases de su programa teórico-metodológico para el ejercicio
(conocer-comprender-intervenir-transformar) y para la formación profesional del
Trabajo Social.
Sus obras fundamentales
en este sentido, son Diagnóstico
Social (1917) y Caso Social Individual (1922). Con la primera, Mary
Richmond brinda a los recién iniciados una explicación de los métodos que
habían resultado útiles a sus predecesores y explicita las distintas formas de
Trabajo Social, lo que insertaba la obra dentro de la corriente pragmatista
americana. Dichas experiencias se referían a las intervenciones exitosas, es
decir, que hubieran obtenido como resultado una verdadera transformación de la
situación inicial. Con la segunda, la autora desarrolló su inquietud
respecto a la necesidad de una conceptualización sobre la naturaleza y objeto (qué
es el Trabajo Social de Casos
Individuales) y de sus fundamentos o razón de ser (por qué se recurre al mismo). Ello imbricaba
la obra con el ‘dilema individualista’ de la filosofía social americana (¿cómo
pensar un orden social si éste ha de partir necesariamente del individuo?)
Dilema que George Mead había “resuelto” con su ‘interaccionismo simbólico’ y
que Mary Richmond vehicularía para el Trabajo Social partiendo de la que
consideraba una verdad fundamental: la necesaria observación social de los
casos individuales y la interdependencia existente entre la mejora individual y
colectiva y el necesario avance conjunto del trabajo social y la transformación
social.
¿Por qué reivindicar hoy,
casi un siglo después de su muerte, el pensamiento y la obra de Mary E.
Richmond? Su trayectoria, compromiso profesional, intelectual y militante
bastaría para dar una respuesta. Pero existen otras razones que tienen que ver
con el aprendizaje del oficio de la integración social . Y es que Mary Richmond se adelantó más de
medio siglo en su aportación seminal a la pregunta por el cuál debe ser el
papel de la intervención social., aportando así, un gran sustento para la base de nuestra labor; que podríamos resumir a efectos operativos como : Conocer-comprender-intervenir-transformar .
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